Que la
educación es un fenómeno social es, a estas alturas, una idea asumida por todos
aquellos que algo tienen que decir acerca de ella . Ya en sus albores la
sociología se ocupaba de ello: Émile Durkheim lo aclaraba de la siguiente
manera "la educación común es función del estado social; pues cada
sociedad busca realizar en sus miembros, por vía de la educación, un ideal que
le es propio" (1998:18) De ahí también la importancia política de la educación:
la posibilidad de establecer un determinado orden social descansa en la forma
cómo los ciudadanos entienden el rol de la sociedad, de sus organizaciones y de
ellos mismos dentro de este sistema de relaciones; y esa forma de entendimiento
sólo es posible de lograr mediante la educación de las personas. Hablamos
entonces de la construcción del espacio social (Bourdieu 2003:34), es decir, de
esa realidad invisible que no se puede mostrar ni tocar con los dedos y que
organiza las prácticas y las representaciones de los agentes de una sociedad.
Lo anterior sólo es posible mediante un proceso de transmisión de conceptos de
persona a persona, de un educador a un educando -un proceso comunicativo según
Habermas- a través del cual se van asimilando las particulares maneras de
entender el mundo que cada sociedad y, por ende, cada cultura han asumido para
sí.
Ahora
bien, el hombre, ser social por naturaleza, se hace -o rehace- en la medida en
que es educado. Antes ya hacíamos mención de Hanna Arendt (1993) quien
explicaba el proceso de aprendizaje humano desde el punto de vista de su
incorporación al mundo, bajo la idea de que su naturaleza social no basta para
adaptarlo a la vida organizada con otros seres humanos, pues no hablamos de
organizaciones sencillas, sino complejas, cargadas de historia, valores e
intrincadas significaciones, "en sociedades tan vastas como las nuestras,
los individuos son tan diferentes los unos de los otros, que no hay, por así
decir, nada de común entre ellos, salvo su cualidad general de ser hombres"
decía Durkheim (1998:18). Pues bien, así mirada la educación lo que propone es
la construcción de un "hombre nuevo", distinto de cómo lo ha
engendrado la naturaleza, busca crear un ser social (1998:18); pues es la
sociedad la que nos enseña a dominarnos, a constreñirnos, es también, siguiendo
sus necesidades, la que decide la cantidad y naturaleza de los conocimientos
que debe recibir el niño y es la que conserva la conciencia adquirida por las
generaciones anteriores y también la que la transmite a las nuevas
generaciones.
La
educación es además la herramienta privilegiada de reproducción social, es
decir, del mantenimiento del orden social según la más antigua tradición
cultural. En esto creo que hay que detenerse un poco. Pierre Bourdieu (2003)
explica que el espacio social u organización de la sociedad se funda en un
capital cultural, es decir en la herencia cultural -o más bien manera de ver al
mundo- que ese espacio social tiene. De este modo la sociedad se organiza en
torno a valores determinados que son los que en definitiva explican dicha
organización. Así el espacio social deviene en espacio simbólico, es decir en
un conjunto de estímulos cargados de diferente significación que, transformados
en una especie de lenguaje, dan forma a las perspectivas, prioridades,
ideologías e intereses de los componentes de cada grupo social; de esta manera
la distribución del capital cultural permite construir un espacio social y la
institución escolar, mediante el fomento de aquellas formas particulares de entender
el mundo, ayuda a reproducirlo y a mantenerlo a través del tiempo y de la
historia.
Pues
bien, la educación emerge como un fenómeno social no sólo por sus fines
(integrar al niño al mundo-sociedad), sino también porque aporta con su
ejercicio a la conformación de la realidad social y cultural de los distintos
grupos humanos.
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