viernes, 24 de junio de 2016

PARTICIPACIÓN DE LA FAMILIA EN EDUCACIÓN


MINEDUC.  UNICEF. 2002

“La familia, considerada en su diversidad, constituye el núcleo central básico en el cual la niña y el niño encuentran sus significados más personales, debiendo el sistema educacional apoyar la labor formativa insustituible que ésta realiza. En la familia se establecen los primeros y más importantes vínculos y, a través de ella, la niña y el niño incorporan las pautas y hábitos de su grupo social y cultural, desarrollando los primeros aprendizajes y realizando sus primeras contribuciones como integrantes activos.”
Lo más significativo de la familia, como podemos apreciar en las Bases Curriculares, es el hecho de que al amparar al individuo durante una extensa e importante parte de su vida, se constituye en el eslabón primario que vincula a la persona con la sociedad. Junto con esto, la familia, especialmente los adultos que la conforman, deben ir  satisfaciendo necesidades básicas de tipo orgánico, afectivo, social y cultural, propias de los niños y niñas a su cargo.
Para la satisfacción de tales necesidades, las familias cumplen diversas funciones, que son universales, siendo su contenido y realización dependientes del particular contexto histórico en que ellas se sitúan.
Una de ellas y que cabe destacar particularmente es la función de socialización, entendida como el traspaso que los adultos hacen a los niños y niñas, de un conjunto de hábitos y actitudes, ideas y creencias que imperan en la sociedad donde se está inmerso.
La familia como institución cultural y producto social, se encuentra altamente influida por las transformaciones de las estructuras sociales que ocurren en su entorno. El impacto de estas influencias se puede observar tanto en las propias estructuras familiares, como en las formas de vida cotidiana que las familias adquieren.
De lo anterior se desprende que en el proceso de socialización de niños y niñas, se van transmitiendo los valores de la familia y de su historia, así como también, aquellos propios de la realidad cultural en que se inserta la familia.
Este proceso de socialización no puede escapar a la singular situación de vida de cada familia. Cada modalidad familiar es el resultado de determinadas maneras de desempeñar las funciones específicas, en el contexto de una particular realidad sociocultural.
La familia como una institución cultural y una construcción social, no es ajena a las transformaciones de las estructuras sociales que ocurren en cualquier época y lugar. Por ello, las aceleradas transformaciones de la sociedad necesariamente repercuten al interior de la familia contemporánea.
PARTICIPACIÓN DE LA FAMILIA
 Desde que un recién nacido llega a una familia (incluso desde la gestación), comienza este proceso de integración a la cultura, a través de la cual se le va condicionando a seguir y retroalimentar las pautas y/o normas vigentes en el respectivo medio social.
En este sentido, las familias van modelando el comportamiento y las creencias de los niños, conforme a sus propios patrones culturales, los cuales se constituyen en los puntos de apoyo del individuo, en la formación de su propio marco valórico a medida que se hace autónomo y se va relacionando con otros grupos.
 Es la familia, al igual que la escuela, como también otros agentes socializadores, quienes tienen la importante misión de transmitir la cultura a las futuras generaciones. Es labor de estas dos instituciones el instaurar las normas, valores, creencias y las herramientas necesarias para que los adultos del futuro, puedan desenvolverse en el mundo en concordancia con la realidad y demandas del contexto histórico cultural de cada nación.
Del mismo modo, la contribución que se espera posteriormente haga el individuo a la sociedad va a estar influida en gran medida, por la práctica socializadora de la familia y su medio, dado que cuando otras instituciones vienen a participar, el niño ya ha configurado determinadas orientaciones, ha adquirido parte importante de su lenguaje, ha internalizado inicialmente un modelo cultural y se halla desempeñando algunos roles sociales.
La familia no sólo es el primer agente socializador de un niño, además es el agente socializador afectivamente más significativo a lo largo de toda la vida, por lo tanto, la forma de expresión de los niños y niñas, va a depender primordialmente de lo aprendido en el seno familiar.
Así como las familias son diversas en su estructura, también existe una cultura que es propia de cada familia, producto de la síntesis de los patrones culturales que cada adulto trae de su historia y de aquellos que han ido incorporando a lo largo del tiempo.
Lo que pareciera ser común en la actualidad, es la creciente demanda que las familias nucleares tienen producto de cambios sociales tales como: el aislamiento en comparación con las familias extendidas, la sociedad del consumo y la demanda por el éxito puesto en los bienes materiales, la intrusión de los medios de comunicación en la vida cotidiana y los valores que ellos transmiten, no siempre acordes a los que la familia quisiera transmitir, además del deterioro de las redes de apoyo local, entre otros factores.
Otra dimensión importante de considerar al momento de analizar a las familias, es que a lo largo de la vida de cada una de ellas, existen períodos marcados por cambios o transiciones, que implican ajustes de roles y funciones en su interior, lo cual no está exento de tensiones, hacia dentro como hacia fuera de la familia.
Uno de estos períodos de transición y ajuste, es el que ocurre cuando el sistema familiar inicia su interacción con el sistema educacional, como por ejemplo, cuando el hijo o hija mayor de la familia ingresa a la escuela o jardín infantil. Este momento marca el encuentro entre familias con diferentes experiencias, valores y espectativas sobre la formación de sus hijos y un sistema educacional diverso y complejo, en la medida que está compuesto por una multiplicidad de personas con sus propias culturas, creencias y valores.
 A partir de ese encuentro se inicia un proceso donde ambas instituciones necesitan coordinarse para la tarea que hasta ese momento había sido encomendada sólo a las familias. Esta tarea es ahora compartida con otra instancia de socialización y las personas que lo representan que son los y las educadoras en el establecimiento educativo.
La escuela tiene la misión de educar personas. El término educar proviene del  latín educare, que significa "sacar fuera lo mejor del educando". Este "sacar fuera", implica la activación de las potencialidades de cada persona, y para ello, requiere de un mediador que intencione dicho proceso.
En ese sentido, es posible concebir a los adultos a cargo del proceso educativo (padres y docentes) como los agentes primordiales, en quienes recae esta responsabilidad. Las investigaciones, muchas de ellas extranjeras pero también nacionales, señalan que cuando se realiza un trabajo colaborativo entre familia y escuela, el proceso educativo es más eficiente y efectivo.
Esto ha llevado a que crecientemente docentes y directivos de establecimientos educacionales, consideren como un aspecto relevante de su trabajo la incorporación de las familias en el proceso de enseñanza - aprendizaje. Esta necesidad de rescatar y apoyar la función educativa de la familia se hace indispensable, cuando se trata de aquellas más postergadas, considerándose este apoyo como una forma de entregar igualdad de oportunidades y así dar la posibilidad de llevar a cabo la socialización participativa y una educación permanente a todos los niños/as, desde el primer año de vida.
Dicho apoyo debe entenderse, no como una imposición de valores y de patrones culturales, sino como un esfuerzo de la sociedad de "re-creación" y "re-vitalización" cultural, a fin de proporcionar a la familia, las condiciones necesarias para que activamente desarrollen las capacidades de los individuos, cualquiera sea el contexto cultural en que desempeñará sus funciones.
Existen diversos tipos de familia, insertas en diferentes realidades y las soluciones pedagógicas que se pueden proponer, son sólo un modelo de aproximación posible, entre muchos otros pero no el único, constituyendo más bien una propuesta inicial que debe ir permanentemente ajustándose a la realidad de las familias con que se trabaja.
El trabajo a realizar con las familias de los niños/as que asisten a la escuela, situada en un espacio geográfico determinado, cuyos habitantes comparten una misma cultura, ha de estar estructurado sobre la base de temas y actividades que permitan dar respuesta a las necesidades e intereses de ese medio sociocultural al cual pertenecen.
Una forma de favorecer y enriquecer el trabajo que se realiza en los establecimientos en este sentido, es construir redes sociales entre docentes y las familias para crear nuevas formas pertinentes, que generen participación de la familia y de la comunidad y trabajo en equipo, con el objeto de crear vínculos. Entiéndanse estos vínculos, como la construcción de relaciones de ayuda, colaboración y compromiso mutuo e intercambio de saberes culturales, con el propósito de acompañar conjuntamente los procesos de desarrollo y aprendizaje de niños y niñas.

La invitación por lo tanto es a ser protagonistas de un cambio cultural en relación a la Familia y la Escuela, un cambio que abre mayores espacios de: participación, compromiso y responsabilidad compartida y que finalmente tiene como objetivo mejorar los aprendizajes de los niños/as. 

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